Misa Crismal

El martes santo, el Sr. Arzobispo concelebra con los presbíteros provenientes de toda la diócesis y consagra el santo crisma y bendice el óleo de los catecúmenos y el de los enfermos. Esta misa crismal ha de ser tenida como una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del obispo y como signo de la unión estrecha de los presbíteros con él.

La liturgia cristiana ha aceptado el uso del Antiguo Testamento, en el que eran ungidos con el óleo de la consagración los reyes, sacerdotes y profetas, ya que ellos prefiguraban a Cristo, cuyo nombre significa “el Ungido del Señor”.

Del mismo modo se significa con el santo crisma que los cristianos, injertados por el bautismo en el misterio pascual de Cristo, han muerto, han sido sepultados y resucitados con él, participando de su sacerdocio real y profético, y recibiendo por la confirmación la unción espiritual del Espíritu Santo que se les da.

Con el óleo de los catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los bautizados reciben la fuerza para que puedan renunciar al diablo y al pecado, antes de que se acerquen y renazcan de la fuente de la vida.
El óleo de los enfermos, cuyo uso atestigua Santiago, remedia las dolencias de alma y cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal y conseguir el perdón de los pecados.

CELEBRACIÓN LITÚRGICA

Liturgia de la palabra

Is 61, 1-3a. 6ª. 8b-9: El Señor me ha ungido y me ha enviado a dar la buena noticia a los que sufren y para derramar sobre ellos perfume de fiesta.
Sal. 88: Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Ap 1, 5-8: Nos ha convertido en su reino y hecho sacerdotes de Dios Padre.
Lc 4, 16-21: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.


Renovación de las promesas sacerdotales

Acabada la homilía, tiene lugar la Renovación de las promesas sacerdotales.

“Es esencial, para una vida espiritual que se desarrolla a través del ejercicio del ministerio, que el sacerdote renueve continuamente y profundice cada vez más la conciencia de ser ministro de Jesucristo, en virtud de la consagración sacramental y de la configuración con Él, Cabeza y Pastor de la Iglesia”

Pastores dabo vobis, n. 25

El Sr. Arzobispo pregunta a los sacerdotes y ellos responden:
- Sí, quiero.

Después se dirige al Pueblo congregado para que ore por los sacerdotes y por él mismo, Pastor de todos ellos, y en las dos ocasiones el pueblo responde:
- Cristo óyenos, Cristo escúchanos.

No se dice Credo ni Oración de los fieles.

Procesión de las ofrendas

Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y ministros designados llevan procesionalmente los óleos que han de ser consagrados y los perfumes para el crisma.

 

Les siguen los ministros que llevan el pan, el vino y el agua para la celebración eucarística. Cuando llegan al altar o a la sede, el Sr. Arzobispo recibe los dones, que diáconos y ministros le presentan. La misa continúa hasta el final de la plegaria eucarística. 

Bendición del óleo de los enfermos

Antes de la Doxología final del Canon, se procede a bendecir el Óleo de los enfermos, que se utilizará para la Unción de enfermos.

Bendición del óleo de los catecúmenos

Dicha la oración después de la comunión, tiene lugar la bendición del Óleo de los catecúmenos, que se utilizará en el Bautismo.

 

 

Consagración del crisma

Seguidamente se consagra el Santo Crisma, que será usado en el Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación sacerdotal.

El Sr. Arzobispo derrama los aromas -como signo del buen olor de Cristo- sobre el óleo y hace el crisma.

Entonces, oportunamente, sopla sobre la boca de las vasijas que contienen el crisma,

 

y, con las manos extendidas,

dice la oración de consagración.

Los sacerdotes concelebrantes, en silencio,

extienden la mano derecha hacia el crisma. 

Horario de la celebración: 12,00 h.