La Campana Gorda

Nuestra mirada de fe se dirige hoy al la Torre de la Catedral.

Mucha ha sido la expectación desde años atrás en la espera del acontecimiento de la inauguración solemne de las obras de la Torre y, más en concreto, del acceso de la visita a la Campana Gorda. Dejemos a un lado la publicidad del acto y cambiemos de mirada. Una mirada de fe.

Si adivinamos un palomar, es fácil imaginar que las campanas son al estilo de las palomas que día y noche con su aleteo, reflejan el aire de la religiosidad. Es preciso recordar, de entrada, su función: alabar al verdadero Dios, llamar al pueblo, congregar al clero, llorar a los difuntos, ahuyentar las tempestades y solemnizar las solemnidades. Su figura de copa invertida asemeja la bondad de Dios que se vuelca en cada instante sobre la ciudad, es como el abrazo de Dios sobre el pueblo, es como el saludo de la salvación para todos sus habitantes. Es compañía en todos los acontecimientos de la Ciudad y su entorno. Saben de alegría y de plañidos, saben de llamada y de comunión, de convocatoria y de invitación.

Poco importa  el tamaño, aunque éste sea el asombro del visitante con sus 1543 arrobas y su badajo monumental. Todo es servicio de la fe y plasmación de la devoción de Toledo. Por ello la Virgen del Sagrario preside su ornamentación con una “M” grande de María, Virgen y Madre, Patrona de Toledo y Señora de las fiestas grandes. ¿Quién fue el primer predicador del cristianismo en nuestra tierra? Según una tradición, San Eugenio que con voz de bronce está recordando: ésta es la fe de la Iglesia de Toledo; y como tributo de veneración un escudo grande de la Catedral, como representante de toda la Ciudad y por extensión de toda la organización territorial de la Diócesis.

No solo hay que ver, hay que oír. La escucha es una advertencia al seguimiento, es un requerimiento al itinerario humano y cristiano, que todo mortal ha de seguir. Alabanza y loor a Cristo el Señor, Iglesia congregada en oración. Lágrima de despedida para los que han dado el último paso en la tierra. Para todos,  un grito de fe ante el Padre Dios que escucha si es escuchado. Oíd mi voz. Seguid mis pasos, dice Cristo el Señor.