La Biblioteca Capitular
Al igual que el Archivo, el nacimiento y formación de la Biblioteca Capitular van íntimamente unidos a la vida y desarrollo del Cabildo toledano, el cual inicia su andadura con la reconquista de Toledo por Alfonso VI (1085), con la llegada a la ciudad del nuevo arzobispo de Toledo, don Bernardo de Sédirac, y con la restauración casi inmediata del culto cristiano en la Catedral de la mano de su cohorte de clérigos francos. En este sentido, los orígenes de la biblioteca hay que buscarlos en la adopción del rito litúrgico romano en Castilla (ca. 1080), hecho que, tras la restauración de la sede, hizo surgir la necesidad de contar con un depósito bibliográfico permanente que respaldara la nueva liturgia. Los manuscritos litúrgicos y musicales que traían consigo los clérigos ultramontanos agentes del cambio de rito para el desarrollo de su vida monástica y litúrgica ocuparán los primeros anaqueles de la naciente biblioteca. El fondo se incrementó y estructuró a lo largo de los siglos posteriores mediante compras y diversas donaciones de canónigos, arzobispos y cardenales.
La Biblioteca Capitular está integrada por tres grandes secciones: el Antiguo Fondo Toledano, el Fondo Zelada y el Fondo Lorenzana, con un conjunto de unos 2.800 manuscritos y 5.500 volúmenes impresos. A estos tres grandes fondos que conforman el núcleo de la biblioteca histórica, hay que añadir la serie de obras impresas de los siglos XIX y XX, incorporadas posteriormente y que forman parte de la Biblioteca Auxiliar del centro.
Cabe resaltar en la historia de la Biblioteca Capitular el año 1798, fecha en que se incorporaron a sus fondos los manuscritos de la rica biblioteca privada del cardenal don Francisco Javier Zelada. Los códices de Zelada fueron adquiridos en Roma por el cardenal Lorenzana, y a ellos se sumaron los 27 manuscritos litúrgicos, en su mayoría de época de Urbano VIII, que Lorenzana compró y donó también a la Biblioteca del Cabildo toledano. Esta aportación, altamente significativa por su calidad, constituye el conjunto de manuscritos más importante de los recibidos en los últimos siglos y conforma en nuestros días el grueso de los registros de la Biblioteca Histórica.
En 1869, durante la Primera República española, los fondos bibliográficos de la Biblioteca Capitular fueron totalmente incautados, siendo devueltos a comienzos de la Restauración, a excepción de unos 50 que no tenían signatura, algunos extraviados durante el traslado, y 234 códices que fueron depositados provisionalmente en la Biblioteca Nacional de Madrid para su estudio y clasificación, donde todavía hoy continúan integrados en sus fondos.
Fondos bibliográficos y documentales:
1.- MANUSCRITOS E IMPRESOS
2.- MANUSCRITOS RESERVADOS
3.- CANTORALES POLIFÓNICOS
4.- CANTORALES DE CANTO LLANO
5.- INVENTARIOS
6.- BIBLIOTECA AUXILIAR DE CONSULTA
Manuscritos e Impresos
El fondo de manuscritos e impresos, base y fundamento de la Biblioteca Capitular propiamente dicha, lo componen unos 8.000 volúmenes. Su contenido se abre en un amplio y colorido abanico de materias y temas: bíblicos, jurídicos, litúrgicos, patrísticos, visigóticos, hebreos, griegos, árabes, latinos, castellanos, italianos, franceses, relativos a la denominada «Escuela de Traductores», Renacimiento-Humanismo, literarios, gramaticales, astronómicos, matemáticos, musicales, pictóricos, decorativos, religiosos, etc.
En sus comienzos los libros formaban parte del tesoro catedralicio, del cual no se distinguían ni por su consideración, ni por su valor. No formaban una biblioteca como tal, sino que eran objetos preciosos como los cálices y las reliquias. Carecían de ordenamiento y estaban simplemente colocados en el Sagrario, dentro de los arcones de los donantes. A partir del siglo XIII y, especialmente desde 1382, los libros se independizan de los demás objetos del tesoro, se constituyen en «Librería», y se realiza un primer inventario independiente de los mismos.
El conjunto inicial de libros se fue enriqueciendo a lo largo del tiempo con donaciones o por herencia, ya que los bienes del canónigo que fallecía ab intestato, sin hacer testamento, pasaban a ser propiedad de la Iglesia catedral. Sin embargo, la vía principal de crecimiento de libros fue siempre la del legado voluntario de prelados o eclesiásticos adscritos al servicio de la Catedral. Esta no poseía un escritorio propio ni encargaba libros fuera de aquéllos que eran de uso común en el coro o en el altar. Los manuscritos visigóticos ingresaron en diversas épocas, generalmente tardías, pero la mayor parte lo hicieron en tiempos del cardenal Cisneros, en torno al año 1500, procedentes de las parroquias mozárabes, al quedar éstos libros fuera de uso por la impresión de los nuevos Breviario y Misal Mozárabes.
En 1593 se realizó un importante Inventario, el cual introdujo el sistema clasificatorio vigente hasta hoy, compuesto de dos números. En el siglo XVIII los Padres benedictinos Diego Mecolaeta y Martín Sarmiento, por encargo del Cabildo, realizaron una nueva catalogación, respetando el antiguo sistema, que vio la luz en 1727. El jesuita Padre Marcos Andrés Burriel inició, en 1750, la exploración sistemática del Archivo y Biblioteca Capitulares. Sus meritorios e interesantes análisis y trabajos han quedado reflejados en los llamados Papeles de Burriel, que le fueron arrebatados por el ministro Ricardo Wall en 1756 y que se conservan en su mayor parte en la Biblioteca Nacional de Madrid y también en la Biblioteca Real de Bruselas y en el British Museum de Londres. Posteriormente, en 1808, el Padre Lorenzo Frías y José María Octavio de Toledo, en 1869, elaborarían dos nuevos catálogos de manuscritos e impresos de la Biblioteca Capitular de Toledo.
Los inicios del siglo XIX fueron testigos de la última y más importante adquisición de fondos documentales de la Biblioteca Capitular. El cardenal Francisco Javier Zelada, bibliotecario de la Biblioteca Vaticana y secretario de Estado de Pío VI, al declararse la República Romana y ser exiliado el papa, aconsejado por el cardenal y arzobispo toledano don Francisco Antonio de Lorenzana, envió a Toledo, en 1798, la mayor parte de su colección de manuscritos. Por su parte, el cardenal Lorenzana adquirió por compra un lote más pequeño de manuscritos, casi todos litúrgicos, que incrementaron también la Biblioteca Capitular. Posteriormente llegarían, aunque un poco más retrasados, un grupo de libros hebreos procedentes de la biblioteca del cardenal Zelada.
Manuscritos reservados
El Fondo de manuscritos «Reservados», integrado actualmente por 26 volúmenes, lo componen ejemplares de especial significación artística, religiosa y cultural que no se encontraban catalogados entre los fondos documentales de la Biblioteca Capitular y algunos que, con la misma condición de especial significación, se han incorporado en época más reciente. Se trata en especial de misales y pontificales de gran boato. La persona que encargó su realización, que lo donó o que lo iba a utilizar, el lugar o celebración litúrgica donde iba a ser utilizado, la riqueza de su ornamentación, encuadernación o formato, los materiales de su composición, el contenido de sus textos, o la antigüedad son algunos de los aspectos que definen estos manuscritos denominados con el nombre de «Reservados».
Cantorales Polifónicos
El fondo de cantorales polifónicos lo componen 35 grandes cantorales de polifonía usados para el culto y la alabanza divina en la Catedral de Toledo. Contienen obras de polifonía religiosa de los más renombrados maestros de capilla de la Catedral toledana y de otros prestigiosos músicos de fama internacional. Lo integran más de 700 composiciones musicales, de 70 autores diferentes, además de algunas obras anónimas.
El maestro de capilla recibe universalmente este nombre en todas las grandes instituciones religiosas por ser tarea suya la enseñanza del repertorio musical de las capillas musicales en las catedrales y templos similares, la dirección de los instrumentistas y de las voces de los cantores y su entonación. La llegada a la dirección de la capilla musical de Toledo se realizaba mediante una exigente oposición. Esta suponía un nivel alto en la materia, una buena dosis de experiencia y una fama reconocida. Una vez conseguida la plaza, lo habitual era que el maestro permaneciese de forma definitiva en Toledo, pues era la mejor Catedral a la que podía aspirar y la que mayor prestigio reportaba.
Las obligaciones del maestro de capilla discurrían por dos vertientes: por un lado, a él le correspondía la búsqueda, audición, examen, educación, aprendizaje musical, alojamiento y manutención de los niños cantores o seises, así como la búsqueda y dirección de los cantores y ministriles de la capilla; y por otro, era responsabilidad suya la elección, el control, la creación y dirección del repertorio musical, así como su ejecución, la corrección de libros musicales y la compra de otros nuevos, juntamente con la elección de los cantores, organistas e instrumentos. Obligación específica del maestro de capilla era componer villancicos para Navidad y Epifanía, así como misas, salmos, himnos y motetes y obras musicales para las grandes solemnidades litúrgicas y acontecimientos extraordinarios en la Catedral.
Entre los maestros de capilla y autores más destacados y que han dejado un mayor número de composiciones en estos cantorales se encuentran: Jerónimo y Santos de Aliseda, Miguel de Ambiela, Pedro de Ardanaz, Ginés de Boluda, Jaime Casellas, Rodrigo de Ceballos, Pedro de Escobar, Bartolomé de Escobedo, Constanzo Festa, Francisco Guerrero, Josquin des Prez, Alonso Lobo, Cristóbal de Morales, Jean Mouton, Juan Navarro, Francisco de Peñalosa, Bernardino de Ribera, Jorge de Santa María, Francisco de la Torre, Andrés de Torrentes, Felipe Verdelot, Tomás Luis de Victoria y Sebastián de Vivanco.
Cantorales de Canto Llano
El fondo de cantorales de canto llano de la Catedral de Toledo lo integran 203 cantorales: 153 volúmenes enormes de pergamino, con grandes y gruesas tapas, y 50 volúmenes de menor formato.
Este fondo musical alberga casi todos los libros de canto llano que se hicieron para el coro de la Catedral y sus diversas capillas entre el segundo cuarto del siglo XVI y finales del XIX. Hay también una cantidad relativamente importante de volúmenes más antiguos, incluso del último cuarto del siglo XV. A todos ellos hay que añadir 28 cantorales «Mercedarios», procedentes del Monasterio de Nuestra Señora de la Merced, sin que tengamos aún noticia concreta del porqué de su presencia en la Catedral de Toledo.
La mayor parte de estos cantorales fueron diseñados para uso de un coro completo. Algunos de los volúmenes, o parte de ellos, en el caso de los legajos, fueron firmados y/o datados por sus respectivos escribanos. Otros son identificables mediante la rica documentación existente en los fondos documentales de Obra y Fábrica con muchas referencias a la copia, iluminación y encuadernado de los volúmenes.
Todos los manuscritos están copiados en pergamino relativamente grueso. Los pentagramas son siempre de cinco líneas y, con muy pocas excepciones, están dibujados con tinta roja brillante o bermellón. La notación es cuadrada negra, en su mayor parte no mensural, aunque en la mayoría de los himnos se usan también signos mensurales o semi-mensurales. El tipo habitual de letra, tanto para los textos como para la rúbricas, es la redonda, aunque desde mediados del siglos XVIII en adelante algunos copistas usan la romana.
A este espléndido conjunto de cantorales de canto llano hay que añadir 4 cantorales «Mozárabes» del siglo XVI, obra del cardenal Cisneros, y 2 cantorales antifonarios «Aquitanos», de origen francés, escritos en los siglos XI y XII.
Inventarios de la Biblioteca
La visita de los Arzobispos a su catedral y, especialmente, la sucesión en el cargo de la dignidad de Tesorero, responsable de la custodia y administración del tesoro de la iglesia, constituido por las cosas de más valor existentes en ella, motiva por razones de control que se redacten diferentes inventarios. Estos acogen en sus páginas la relación de bienes y piezas documentales, bibliográficas, artísticas y religiosas conservadas inicialmente y de forma conjunta en el Sagrario y, posteriormente, en el Archivo Capitular y en la Biblioteca Capitular. En un principio, los inventarios se presentan de forma global, incluyendo la totalidad de los objetos del Sagrario (vestiduras litúrgicas, vasos sagrados de metales preciosos, anillos pontificales, relicarios, plata amonedada y sin amonedar, escrituras del archivo y libros de la librería, etc). Más adelante, aunque existen Inventarios del Sagrario, los libros y los documentos comienzan a ser descritos de manera independiente. Los primeros inventarios que aparecen son, normalmente, comodatos o registros con datos precisos y referencias detalladas de préstamos a los arzobispos o a otras personas de diferentes objetos existentes en el tesoro del Sagrario.
Se conservan más de 40 Inventarios manuscritos, además de los elaborados en época más moderna por los Padres Mecolaeta y Sarmiento, Frías, y por Octavio de Toledo. El primero de los inventarios está fechado entre los años 1255 y 1260 y el último en 1834. Entre los que hacen referencia expresa y exclusiva a los libros podemos destacar los siguientes: Inventario de joyas y libros de sus antecesores, recuperados por don Gonzalo Pétrez, en Avignon (1282); Inventario de los libros rescatados por el arzobispo don Juan de Aragón por medio del deán don Vasco Fernández de las cosas de sus antecesores empeñadas en Montpellier (1320); Inventario de objetos litúrgicos y libros del Sagrario que recibió para uso personal y en su capilla don Gil de Albornoz (1339 y 1343); Inventario de objetos litúrgicos y libros del Sagrario que recibió para uso en su capilla don Gonzalo de Aguilar (1351); Inventario de objetos litúrgicos y libros del Sagrario que recibió para su uso don Vasco Fernández de Toledo (1354); Inventario de la Biblioteca, realizado por el canónigo Rodríguez Durazno (1455); Inventario de la Librería de Toledo existente en El Escorial (s. XVI); Inventario de la Biblioteca, realizado por el bibliotecario Cristóbal Palomares (1591); Inventario de la Librería, por don Juan Bravo de Acuña, canónigo (1604); Inventario de la Librería hecho por don Francisco Morejón, tesorero, en la visita del arzobispo Sandoval y Rojas (1605); Inventario-Memoria de los libros existentes en la Biblioteca Capitular y recibidos sucesivamente por sus bibliotecarios (1624-1818); e Inventario de los libros cantorales y obras de música pertenecientes a la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo y que se custodian en el lugar llamado «Papelera de Música» (mediados del siglo XIX).
Biblioteca Auxiliar de Consulta
La Biblioteca Auxiliar de Consulta, accesible a los investigadores, la componen actualmente unos 4.000 volúmenes, entre libros y revistas, relacionados en su temática con los fondos conservados en el archivo y biblioteca capitulares, con la historia de la catedral, de la diócesis y sus arzobispos, con la ciudad de Toledo y con la historia de la Iglesia.