Fest Passion des Herrn

El Viernes Santo la Iglesia celebra la Muerte salvadora de Cristo. En el Acto litúrgico de la tarde, medita en la Pasión de su Señor, intercede por la salvación del mundo, adora la Cruz y conmemora su propio nacimiento del costado abierto del Salvador (Cfr. Jn 19,34).

Entre las manifestaciones de piedad popular del Viernes Santo, además del Vía Crucis, destaca la procesión del "Cristo muerto". Esta destaca, según las formas expresivas de la piedad popular, el pequeño grupo de amigos y discípulos que, después de haber bajado de la Cruz el Cuerpo de Jesús, lo llevaron al lugar en el cual había una "tumba excavada en la roca, en la cual todavía no se había dado sepultura a nadie" (Lc 23,53).

La procesión del "Cristo muerto" se desarrolla, por lo general, en un clima de austeridad, de silencio y de oración, con la participación de numerosos fieles, que perciben no pocos sentidos del misterio de la sepultura de Jesús.

Sin embargo, es necesario que estas manifestaciones de la piedad popular nunca aparezcan ante los fieles, ni por la hora ni por el modo de convocatoria, como sucedáneo de las celebraciones litúrgicas del Viernes Santo.

Por lo tanto, al planificar pastoralmente el Viernes Santo se deberá conceder el primer lugar y el máximo relieve a la Celebración litúrgica, y se deberá explicar a los fieles que ningún ejercicio de piedad debe sustituir a esta celebración, en su valor objetivo.

Finalmente, hay que evitar introducir la procesión de "Cristo muerto" en el ámbito de la solemne Celebración litúrgica del Viernes Santo, porque esto constituiría una mezcla híbrida de celebraciones.

Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia, n. 142, 143

Celebración Litúrgica

En este día de Viernes Santo, en que “ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo (1 Co 5, 7), lo que por largo tiempo había sido prometido en misteriosa prefiguración, se ha cumplido con plena eficacia: el cordero verdadero sustituye a la oveja que lo anunciaba, y con el único sacrificio se termina la diversidad de las victimas antiguas” (San León Magno).


En efecto, “esta obra de la Redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, alumbrada antes por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo, el Señor, la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión.



Por este misterio, muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera” (SC 5).

La Iglesia, meditando sobre la pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su propio nacimiento y su misión de extender a toda la humanidad sus fecundos efectos, que hoy celebra, dando gracias por tan inefable don, e intercede por la salvación de todo el mundo.

Ceremonial de los Obispos, n. 312

Hoy podemos rezar con el salmista: “Suba mi oración como incienso en tu presencia al alzar de mis manos como ofrenda de la tarde” (Sal 140, 2). Cristo eleva en la cruz sus manos al Padre como oración y ofrenda. Ora por la humanidad pecadora y ofrece su vida. Pide para que la humanidad alcance la vida.





“Tu cruz adoramos, Señor,

Y tu santa resurrección alabamos y glorificamos.

Por el madero ha venido la alegría al mundo entero”


La Iglesia entera se congrega para celebrar la Muerte del Señor, que se ofrece al Padre como Víctima expiatoria por los pecados de los hombres. La acción litúrgica consta hoy de tres partes: la primera es el recuerdo de la Pasión y Muerte del Señor que se exterioriza en la solemne lectura de la misma; después se tiene la adoración de la Santa Cruz, y en tercer lugar se distribuye la Sagrada Eucaristía que ayer amorosamente fue reservada en la Capilla preparada para la reserva del Santísimo Sacramento.

Ritos de entrada

En silencio, sin cruz ni candelabros, el Sr. Arzobispo y los ministros procesionalmente se dirigen al altar, y, hecha la debida reverencia, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan y todos oran en silencio durante algún espacio de tiempo.

Después, el Sr. Arzobispo se dirige con los ministros a la sede; vuelto hacia el pueblo y con las manos juntas dice una oración.

Primera parte: Liturgia de la palabra

Is. 52, 13-53,12: El fue traspasado por nuestras rebeliones.
Sal 30: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Heb. 4, 14-16; 5,7-9: El, a pesar de ser Hijo, aprendió sufriendo, a obedecer. Y. Llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Jn. 18, 1-19,42. Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

Homilía del Sr. Arzobispo.

Oración universal

La liturgia de la palabra se concluye con la oración universal, que se hace de este modo: el diácono, desde el ambón, dice la invitación que expresa la intención. Después todos oran en silencio durante un espacio de tiempo, y seguidamente el Sr. Arzobispo, desde al sede o, si parece más oportuno, desde el altar, con las manos extendidas, dice la oración y el pueblo responde Amén.

1. Por la santa Iglesia
2. Por el Papa
3. Por todos los ministros y por los fieles
4. Por los catecúmenos
5. Por la unidad de los cristianos
6. Por los judíos
7. Por los que no creen en Cristo
8. Por los que no creen en Dios
9. Por los gobernantes
10. Por los atribulados 

Segunda parte: Adoración de la santa Cruz

Acabada la oración universal, tiene lugar la solemne adoración de la santa cruz.

Desde la sacristía el diácono trae procesionalmente la cruz; los ministros le acompañan con velas encendidas y van procesionalmente hacia el presbiterio.

Junto al coro, a la entrada de la capilla mayor y al pie del altar, el que lleva la cruz la eleva y canta la invitación: "Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo", a la que todos responden: Venid a adorarlo. Después de cada una de las respuestas se arrodillan y la adoran en silencio durante unos momentos.

Después se hace la adoración de la Cruz. El Sr. Arzobispo, los sacerdotes, los ministros y el pueblo se acercan procesionalmente y adoran la cruz mediante una genuflexión simple o con algún otro signo de veneración (por ejemplo, besándola). Mientras tanto se canta la antífona “Tu cruz adoramos”, los Improperios u otros cantos apropiados.

Terminada la adoración, se lleva la cruz a su sitio, encima o cerca del altar. Los candelabros con velas encendidas se colocan cerca del altar o sobre el mismo, o a los lados de la cruz.

Tercera parte: Sagrada comunión

Sobre el altar se pone el mantel y sobre el mismo se coloca el corporal y el misal.

El diácono, traslada el Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva al altar, pasando por el recorrido más breve, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros con velas encendidas acompañan el Santísimo Sacramento y dejan luego las velas cerca del altar o sobre el mismo.

El Sr. Arzobispo se acerca al altar, hace genuflexión e inicia la recitación del Padrenuestro, como en la celebración de la Misa. Se omite el rito de paz. Después comulga y distribuye la sagrada comunión. Acabada la distribución, el Santísimo Sacramento se lleva a un lugar especialmente preparado, pero no a la capilla donde se reserva habitualmente.

A continuación el Sr. Arzobispo dice la oración después la comunión y la oración sobre el pueblo.

Y todos salen en silencio a la sacristía. El altar se desnuda en el momento oportuno.

Hoy y mañana sábado se hace genuflexión a la Cruz. Desde este momento hasta la Vigilia Pascual, la Iglesia -Esposa de Cristo- queda silenciosa y calla, como queriendo acompañar al Esposo en el sepulcro.

Tanto hoy como mañana es un tiempo adecuadísimo para meditar en el misterio de la Redención: Cristo, el totalmente santo, tomó el pecado de muchos, y muriendo en la Cruz, intercedió por los pecadores.

Horario de las celebraciones

10,00 h. Canto Coral de Laudes
18,00 h. Celebración de la Pasión del Señor